Elvira Vague
Especialista en Psicología Clínica y profesora de Mindfulness. Practising Teacher (MBCT). Desarrolla su actividad profesional entre la clínica y docencia.
Durante el I Congreso Internacional de Psicología y Salud celebrado en Valencia a finales de 2018 se generó un espacio para compartir y debatir sobre la promoción de la salud desde la psicología clínica y la neuropsicología, reuniendo a profesionales de diferentes áreas vinculadas a la promoción de la salud, para una posterior puesta en común de las diferentes perspectivas. Como ponente del congreso pude disfrutar de la brillante conferencia de clausura del congreso impartida por el Dr. Vicente Simón.
El Dr. Vicente Simón, médico, catedrático y profesor emérito de psicobiología de la Universidad de Valencia y miembro fundador de la Asociación Española de Mindfulness en España, clausuró el Congreso con una ponencia que abordó el impacto del mindfulness sobre la salud basándose en pruebas de neuroimagen y cuyos resultados paso a exponer brevemente a continuación.
El Dr. Simón comenzó explicando brevemente el clásico esquema del cerebro en tres partes que, se conocía desde mucho antes de que aparecieran las nuevas técnicas de neuroimagen, pero que, sin embargo, es un modelo vigente ya que transmite que el cerebro humano sigue manteniendo este mismo esquema que propuso Mc Lean en 1990. Un cerebro en tres partes: el arquicerebro, el cerebro afectivo o mamífero y el neocórtex que fue el que más evolucionó, sobre todo la corteza prefrontal.
Actualmente se sabe, que el ser humano tiene un cerebro que pesa, aproximadamente tres veces más que el de los simios más próximos genéticamente a él, debido principalmente a la corteza prefrontal.
El hecho de tener tres cerebros es complicado porque tenemos que hacer compatible lo que nos pide un cerebro antiguo, como el cerebro emocional, y lo que nos pide el cerebro nuevo, el neocórtex. Y eso no es fácil, porque el mundo en que vivimos ahora no tiene nada que ver con el mundo en el que se desarrolló el neocórtex, hace 195.000 años. Aquel era un mundo de depredadores y no de trenes de alta velocidad, por lo tanto, tenemos un cerebro que evolucionó para sobrevivir en otro mundo que no tiene nada que ver con el actual.
Hoy en día las técnicas de neuroimagen permiten conocer de manera detallada lo que está pasando en el cerebro, tanto a nivel funcional, cuando realizamos una tarea o cuando estamos en reposo, como a nivel estructural, detectando cambios en el volumen tisular de la sustancia gris y blanca.
Estas técnicas estudian el cerebro en estado de quietud mental, por ejemplo, cuando se realizan prácticas de meditación como el mindfulness para saber qué sucede cuando nuestro cerebro emocional pide guerra y nuestro neocórtex pide tolerancia.
La gran mayoría de estos estudios coinciden en la activación de tres estructuras básicas del cerebro:
- La corteza cingulada anterior, que regula la atención.
- La ínsula, relacionada con la consciencia del propio cuerpo.
- La corteza prefrontal, vinculada a la regulación de las emociones.
1. Corteza cingulada
Estudios como el de Hölzel et al. (2011) con meditadores de media duración (2 o menos de 2 años) y participantes sin experiencia en meditación, hicieron que ambos grupos realizaran dos tareas: centrarse en su respiración y realizar cálculos aritméticos. La tarea atencional centrada en la respiración reflejó una mayor activación en la corteza cingulada. Estos estudios indican que, a mayor nivel de entrenamiento atencional, la activación de la corteza cingulada aumenta. Sin embargo, otro estudio de Brefczynski-Lewis (2007) mostró que cuando aumentaba la experiencia en meditación (más de 2 años de meditación) la activación de esta área disminuía.
Luego parece que la relación entre la activación de la corteza cingulada y la experiencia en meditación tiene forma de U invertida, lo que se interpreta como que es innecesario invertir recursos atencionales cuando ya se es un experto.
2. La ínsula
La ínsula es el área del cerebro implicada en la interocepción, la capacidad de prestar atención al propio cuerpo. La que ha sido descrita, en muchas ocasiones, como una de las principales características de la práctica de mindfulness.
Un ejemplo de la importancia de la práctica de mindfulness respecto a la ínsula se ve claramente en el estudio de Farb. et al. en 2010, en el que se mostraron imágenes con contenido emocional a un grupo de personas sin experiencia en meditación y ocho semanas después, se mostraron esas mismas imágenes a la mitad de estas personas que habían realizado en este tiempo el programa MBCT (Terapia Cognitiva basada en Mindfulness). Las personas que habían realizado el programa, presentaron menor activación en la ínsula ante imágenes con contenido emocional triste, y a su vez presentaron menores índices de depresión que las personas que no habían realizado el curso.
3. La corteza prefrontal
Dado que los meditadores con experiencia muestran mayor activación y densidad de la corteza en áreas relacionadas con la atención y la consciencia del propio cuerpo, cabría esperar que también tuvieran mayor sensibilidad al dolor físico y emocional, ya que pueden atender mejor a cuanto se les está infligiendo. Pero esto no solo no es así, sino que, los meditadores parecen tener una mayor tolerancia al dolor.
En un metaanálisis realizado por Khoury et al., en 2013, se detectó que más de una decena de trabajos analizaban el potencial terapéutico del mindfulness en el dolor y mostraban que meditadores zen presentaban umbrales de sensibilidad al dolor más altos que personas no meditadoras. En este punto es donde entra en juego la regulación emocional, señalada por diversos autores como una de las principales características de mindfulness, y es que parece que, más que reducir la activación de determinadas áreas, la meditación reduce la conectividad entre ellas.
Los autores relacionaron estos resultados con que los meditadores tienden a tratar los estados emocionales como “objetos de atención” es decir como productos mentales transitorios, lo que les permite mantener un mayor grado de distanciamiento sobre la experiencia emocional. Esto contrasta con la forma habitual de pensar y sentir, en la que emociones y pensamientos son considerados como si fueran “hechos”.
El campo de la neuroimagen está avanzando a pasos de gigante en el entendimiento de la utilidad de la práctica del mindfulness; prueba de esto son todos los estudios que el Dr. Simón mostró en esta interesante conferencia del I Congreso Internacional de Psicología y Salud, sin embargo, pese a estos importantes avances, aún queda mucho por trabajar para aclarar a qué niveles afecta mindfulness en el entrenamiento del cerebro y cómo influye a nivel patológico como en la depresión.
Referencias bibliográficas:
- Brefczynski-Lewis, J. A., Lutz, A., Schaefer, H. S., Levinson, D. B. & Davidson, R. J. (2007). Neural correlates of attentional expertise in long-term meditation practitioners, proceedings. National academy of sciences, 104(27), 11483-11488.
- Farb, N., Segal, Z. V., M Ayberg, H., Bean, J., Mckeon, D., Fatima, Z. & Anderson, A. (2007). Attending to the present: mindfulness meditation reveals distinct neural modes of selfreference. Social cognitive and affective neuroscience, 2(4), 313-322.
- Hölzel, B. K., Lazar, S. W., Gard, T., Schuman-Olivier, Z., Vago, D. R. & Ott, U. (2011). How does mindfulness meditation work? Proposing mechanisms of action from a Conceptual and neural perspective. Perspectives on psychological science, 6(6), 537-559.
- Khoury, B., Lecomte, T., Fortin, G., Masse, M., Therien, P., Bouchard, V., & Hofmann, S. G. (2013). Mindfulness-based therapy: a comprehensive meta-analysis. Clinical psychology Review.